lunes, 5 de enero de 2009

El hombre del pulgar

Esta es la historia de un hombre que tiene un pulgar. El pulgar a su vez, tiene una manía. Y la manía a su vez una explicación.

El hombre del pulgar se levanta a las 8:00 de la mañana. Sale de la habitación intentando no hacer ruido para no despertar a su mujer, y se dirije al baño para acabar de despejarse con su ducha matutina. Cuando sale del baño, se viste con la ropa y los zapatos que el día antes ha dejado preparados para poder dormir un poco más por la mañana.

Se pone la ropa interior, se aplica el desodorante, se lava los dientes, y se abrocha la camisa y el pantalón. Una vez que se ha puesto el cinturón, el reloj y se ha abrochado los zapatos, se peina con raya. Coge el maletín de su portátil y su cartera, no sin antes comprobar que contiene dinero y las tarjetas comerciales de la compañía para la que trabaja.

Cuando sale de casa, mira su Blackberry y comprueba la dirección de su primera cita de la mañana, y utilizando su GPS, se dirije hacia las oficinas de su posible cliente.

El hombre del pulgar trabaja como comercial para una compañía con una facturación considerable. La empresa ha crecido durante los últimos años, basada en el buen servicio que ha ofrecido a sus clientes, sin embargo, él ha sido contratado por su experiencia comercial y su excelente imagen para conseguir clientes nuevos, lo cual se resiste a la empresa.

Cuando aparca su coche a las puertas de las instalaciones de su cliente, mira el edificio y comprueba que se trata de una oficina moderna con una excelente imagen. El logotipo de la empresa, que lo preside, no desmerece en nada el edificio, si no, todo lo contrario. Es un gran trabajo de imagen y contribuye a crear grandes expectativas respecto a la empresa antes incluso de entrar.

Cuando el hombre del pulgar accede -tras ser recibido por el personal de recepción- al despacho de la persona con la que ha logrado concertar la cita, tiene ocasión de comprobar su aspecto en un espejo a la entrada de la sala. El traje perfectamente planchado, los zapatos lustrados, el pelo bien peinado, el nudo de la corbata en su sitio y todo su atuendo conjuntado a la perfección. Su imagen es excelente, no cabe duda.

Tras unos segundos, entra en la sala el representante de la empresa que el hombre del pulgar espera se convierta en su cliente. Tras presentarse y estrecharle su mano, abre un cajón de su mesa y coge una caja con tarjetas comerciales; extrae la primera del montón sujetándola por una esquina y se la muestra orgulloso a su visita.

En este momento, el hombre del pulgar sabe que debe corresponder. Así que, introduce su mano en el interior de su chaqueta, saca su cartera y extrae una tarjeta. De repente, ahí está, otra vez la manía de su pulgar que al entregar la tarjeta de su compañía al posible cliente, la oculta casi en su totalidad , dejando escondido el logotipo, la dirección web, y prácticamente todo el contenido.

Nuestro hombre, alberga la esperanza de que su interlocutor no decida mirar la tarjeta, ya que en el fondo comprende a su pulgar. Pero... eso nunca ocurre. El posible cliente, siempre mira la tarjeta de arriba abajo y... casi siempre queda decepcionado con lo que ve. El logotipo es antiguo, el papel demasiado fino, el tacto desagradable y la maquetación no permite una correcta lectura. Ya es tarde y pese a la manía de su pulgar, que en todas sus reuniones intenta evitarlo, se ha creado la primera barrera para la venta, tan trabajada.

La manía del pulgar de nuestro hombre, como anunciaba en el título de esta entrada de nuestro Blog, tiene una explicación. El pulgar es un dedo listo y sabe que la imagen de la empresa es fundamental a la hora de conseguir nuevos clientes.

Podríamos realizar una campaña para convencer a los pulgares de los posibles clientes de que taparan también la tarjeta que se les entrega, pero estos pulgares están del otro lado y son buenos asesores.

Además, ¿no será más fácil confiar en profesionales de la comunicación para obtener la mejor imagen para nuestra empresa?